El punto G fue
descubierto por Gräfenberg quien
fue un investigador de la década del 40 abocado al estudio de la estimulación
uretral. Este científico localizó una zona rugosa que se encuentra más o menos
a 2 ó 3 centímetros de la entrada de la vagina, entre la uretra y el pubis, que
bien estimulada produce una intensa excitación sexual, llevando a la mujer a
conseguir orgasmos muy intensos y hasta una eyaculación.
Sin embargo ni
los ginecólogos ni los sexólogos aún no se han puesto de acuerdo ni en cuando a
su definición, ni en cuanto a su función ni siquiera en cuanto a su verdadera
existencia.
Hay quienes
sostienen fervientemente que no sólo existe, sino que todas las mujeres lo
tienen y que es cuestión de buscarlo. Mientras que hay otros que afirman que la
cuestión del punto G es un invento, que no se ha comprobado científicamente ni
su existencia ni mucho menos su función erógena.
Un estudio
británico realizado en 2009 concluyó que su existencia no está comprobada y es
subjetiva, basándose en cuestionarios y experiencias personales. Otros
estudios, usando ultrasonido, encontraron evidencia fisiológica del punto G en
las mujeres que declaran haber tenido orgasmos durante el coito. Existe también
la hipótesis de que el punto G es en sí una extensión del clítoris quien
verdaderamente causa los orgasmos vaginales mediante un reflejo más bien
indirecto de este órgano. Cabe destacar
que aún hoy persiste la duda de si existen 2 tipos de orgasmos en la mujer. Sin
embargo está comprobado que si bien los orgasmos no son todos iguales ni de
idéntica intensidad; todos son logrados mediante la estimulación directa e
indirecta del clítoris, principal órgano responsable de la excitación femenina.